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Presentación de Latitud 18.5: antología de la primera década de la maestría en Creación Literaria Un


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Presentación de la Antología Latitud 18.5

Por: Ricardo Rodríguez Santos

¡Buenas noches! Me han pedido que diga unas palabras acerca del texto que se presenta hoy, Latitud 18.5: antología de la primera década de la maestría en creación literaria de la Universidad del Sagrado Corazón. Debo admitir que cuando se me solicitó, acepté de inmediato la tarea, porque me entusiasma la efervescencia que muestran las Letras Puertorriqueñas en los tiempos más recientes. Lo que me dio estrés fue el tiempo asignado. Y es que tratar de resumir décadas de creación literaria, que tal es mi objetivo, en pocos minutos, es una tarea… quizás imposible… Por otro lado, sin embargo, la brevedad evita el tedio. Así que me queda menos. Prosigo. La primera antología de narrativa puertorriqueña reconocida la editó René Marqués en 1959, aunque ya en 1955, doña Josefina Rivera de Álvarez había publicado el Diccionario de la literatura puertorriqueña en el que daba cuenta de la evolución de las Letras Patrias. En Cuentos puertorriqueños de hoy, Marqués reúne narraciones de ocho escritores, todos varones. A la sombra de la búsqueda de la identidad, ya fijada por Antonio S. Pedreira en la década del Treinta, estos narradores trabajan temas que se adentran en la incipiente urbanidad que arropa al País en esos tiempos. Reconocía Marqués que el auge de esta narrativa estaba respaldada por una serie de elementos externos tales como las revistas y certámenes literarios y la labor de críticos. Ese grupo de escritores, junto a muchos otros no nombrados, sentaron las bases para la explosión literaria que se daría a partir de los años setenta. En 1983, veinte años después, aparecen dos antologías que pretendían recoger las expresiones literarias en la narrativa corta de los años setenta: Apalabramiento, editada por Efraín Barradas y Reunión de espejos, editada por José Luis Vega. Barradas reconoce la subjetividad implícita en la selección de cuentistas “representativos” del momento; Vega, por su parte, utiliza la metáfora de los espejos para recoger una muestra característica de la producción narrativa que viene desarrollándose desde 1966, pero que despega a partir de 1971. Luis Rafael Sánchez, Manuel Ramos Otero, Ana Lydia Vega, Carmen Lugo Filippi. En total catorce narradores, de los cuales cinco son féminas, revelan, entre muchas otras cosas, la afirmación de que las mujeres llevan décadas escribiendo buenas narraciones aun sin el reconocimiento adecuado. Vega hace un recuento de la producción literaria desde el siglo 19 hasta la “generación” de escritores de los setenta enfatizando en la narrativa. Vale recordar que este destaca la superación del modelo realista en la creación literaria y el desarrollo de lo que denomina estilo paródico y dialectal o la Escritura en puertorriqueño. El inventario general más completo de escritores verá la luz en 1985 con la gigantesca aportación de doña Josefina Rivera de Álvarez Rivera en el texto Literatura puertorriqueña: su proceso en el tiempo. Pero, estos narradores escriben, ya lo dije, a la sombra del canon literario, una de cuyas manifestaciones ha sido la búsqueda constante de la identidad puertorriqueña. Esa tara marcó a muchos; unos por intentar afirmarla; otros tratando de librarse de ella. Pasarán otros veinte años hasta que en 1995 aparezca en el escenario nacional otra antología: El rostro y la máscara: antología alterna de cuentistas contemporáneos. En esta, José Ángel Rosado edita y afirma que presenta una “anti-antología de lo escondido y marginal” de “generación soterrada” de los ochenta. En 1994, el profesor Juan Gelpí publica un texto importante: Literatura y Paternalismo. Gelpí analiza la influencia de Pedreira en los textos literarios y proclama que con la obra de Manuel Ramos Otero, Rosario Ferré y principalmente de Ana Lydia Vega “…se cruza un límite, una frontera: en ella estamos decididamente fuera del canon paternalista.” Sin embargo, apenas tres años después, en 1997 aparece Mal(h)ab(l)ar: antología de nueva literatura puertorriqueña. En la misma la escritora Mayra Santos Febres alega que en estos cuentos, ¡por fin!, se “…propone un nuevo acercamiento al quehacer literario que se distancia del tradicional rol asignado a la literatura puertorriqueña como forjadora de la conciencia nacional social.” Luego, en 1997 se publica Te traigo un cuento: cuentos puertorriqueños de 1997, editado por el profesor Luis López Nieves. Ahora sí se rompe con el carimbo de la identidad… La más reciente antología de cuentos aparece en 2007. Con el epígrafe de Los otros cuerpos: antología de temática gay, lésbica y queer desde Puerto Rico y su diáspora, y compilado por David Caleb Acevedo, Moisés Agosto y Luis Negrón, ¿se rompe definitivamente con la línea canónica patriarcal al publicar cuentos, tal como lo expresa su título, de corte gay, lésbico y queer? Las antologías mencionadas no legitimizan a la que les presento esta noche. Lo digo en el contexto de que, para darle prestigio a la misma, de acuerdo con el canon tradicional patriarcal, implicaría su subordinación al mismo. Debo decirles que este grupo de escritores y escritoras, según mi lectura, no está ni dentro ni fuera del canon, solo está, solo existe. Y su presencia la legitima el deseo de mantener vivo un discurso narrativo que se produce en el contexto de la zona en la que vivimos: la latitud 18.5. Estos cuentos, insisto, NO corresponden a un orden totalizante de la gran nación y la identidad, ni la perpetúan ni la atacan. ¿Querría esto decir que los cuentos y los cuentistas de 18.5 se enajenaron de la realidad puertorriqueña? ¿Acaso se desligaron de la realidad Manuel Ramos Otero, Rosario Ferré o Ana Lydia Vega? Muchos de los cuentos de 18.5 no pueden ubicarse fácilmente en nuestro ámbito geográfico, político ni cultural. 57 autores: 38 féminas y 19 varones. Un español, dos cubanas, una peruana, una boliviana, un dominicano, una norteamericana, un argentino, una colombiana, un mexicano, y 47 puertorriqueños y puertorriqueñas escriben desde la latitud 18.5, porque sienten la necesidad de hablar, de expresar sus ideas, y el cuento es el género privilegiado para tal tarea. La diversidad de nacionalidades se refleja en esta antología en la variedad de temas, estilos, tonos, y técnicas que se utilizan. En la pluralidad de personajes y situaciones: Un niño lluvia, un hombre cangrejo, Colombina y Pierrot, Grecia, Dioses, mitos, los Illuminati, el Lejano Oriente, hombres de piedra…jum… insectos con mente propia, noticias de secuestros fallidos, cuentos perturbadores… homosexuales que no lo son…sangre, mucha sangre…piel….deseo…peste…urbes, viñedos, mutaciones, hojas, muchas hojas… cuevas, espíritus…¡Hitler! París, Suramérica…brujos…coroneles, campesinos, prostitutas, tigres, clarividentes. computadoras… Se tocan temas sobre lo humano, la experiencia vital, lo trascendental, la miseria vista de cerca, los viajes fantásticos, la religiosidad, los niños explotados que se repiten como un espejo deforme de feria, la intertextualidad, la experimentación con técnicas literarias, la muerte, la vida, lo sexual… Ah, y el maligno: Confieso que desde que leí este brevísimo relato cada vez que leo miro detrás de mí, por si acaso….Dije cuentos perturbadores…Sí, los hay también.

Este tomo de cuentos no tiene unidad, y esa, precisamente es su aportación. Variedad y dispersión lo definen. Alguno podrá reprochar la alienación con respecto a la cultura e identidad que se percibe en las historias en general, visto desde una perspectiva tradicional, claro está. Yo, no obstante, recibo esta colección con entusiasmo. Paradójicamente, siento la identidad más viva que nunca. Los narradores puertorriqueños, por nacimiento o adopción, mantienen viva la literatura nacional. Las Letras nos salvan del vacío colonial, haya sido ese el propósito o no de los autores al escribir. Porque, al publicar sus cuentos, estos dejan de ser suyos, y yo como lector, los hago míos, los reescribo, les asigno sentido y valor. En cuanto a mí, insisto, veo esta hornada de escritores y proclamo que la literatura puertorriqueña vive, y por tanto, el País vive, en consecuencia, la Nación está más fuerte que nunca. Pienso que no hay mejor manera de terminar esta presentación que citando a una de las más importantes narradoras de estas latitudes. Me refiero a Ana Lydia Vega, quien recién fue reconocida por su trayectoria y quien además ha luchado contra la imposición de esquemas. En ese recién homenaje ella dijo, refiriéndose a la narrativa del siglo XXI: “…debo señalar que actualmente hay un buen número de escritores jóvenes talentosísimos escribiendo y publicando poesía, cuento, novela, ensayo. Es preciso valorarlos en su individualidad creadora y evitar encasillarlos en categorías colectivas. Cada voz literaria es única e inimitable.” (Diálogo, 19 de marzo, por Adriana de Jesús Salamán) Les invito a conocer a esas voces únicas e inimitables. Les presento la Antología 18.5.

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“Time is the substance I am made of. Time is a river which sweeps me along, but I am the river; it is a tiger which destroys me, but I am the tiger; it is a fire which consumes me, but I am the fire.”

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