
Me gusta leer por diversión; o mejor, me divierto leyendo. Pero solo cuando la lectura me atrapa. Y eso únicamente puede suceder en las primeras tres páginas. Confieso que son varios los textos que empiezo y desecho de inmediato. No sabría decir qué exactamente es lo que me agarra. ¿Una trama seductora? ¿Una prosa fluida? La novela de Santana cumple con ambos requisitos. Quizás por eso la leí con tanto gusto, en tan poco tiempo.
La trama de esta singular novela se compone de una gran madeja de intrigas que obligan al lector (bueno, a mí, al menos) a reducir el ritmo de la lectura para poder entrar en diálogo con las diferentes historias que se van presentando. Alrededor de la misteriosa Fábrica de botones, de pronto nos vemos inmersos en la historia del País, específicamente en la despedida de año de 1986, noche trágica del fuego en el hotel Dupont Plaza. Todos los personajes están, de alguna manera, vinculados a la corrupción rampante del momento. El crimen organizado del cual no nos hemos podido desprender.
Vista en su fondo, esta novela se inserta en la tradición literaria del País, ya que las diversas historias que se tejen, en una enorme y corrupta telaraña, nos muestran la visión de mundo de la autora acerca de nuestra realidad como pueblo. En esta novela hay mucho fuego. La metáfora del incendio se extrapola de la fábrica al País. Y esta quemazón muestra nuestra piel deforme y chamuscada, como la de uno de los personajes.
Si puede soportar la hediondez de la piel quemada, le invito a entrar, a su propio riesgo.
Dr. Ricardo Rodriguez Santos
UPR, Carolina
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