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Algunas notas acerca de la intertextualidad


intertexto

Roland Barthes causó un gran revuelo con sus escritos. Impugnó la idea de un significado único que iría indisolublemente unido al significante. Al así hacerlo, postuló una nueva forma de aprehender la realidad, o al menos puso en entredicho los fundamentos aceptados hasta el momento. Raman Selden parafrasea a Barthes en su texto:

El mayor pecado que puede cometer un escritor es creer que el lenguaje es un medio natural y transparente, gracias al cual el lector alcanza una sólida y unificada ‘verdad’ o ‘realidad’. El escritor virtuoso reconoce la artificialidad de toda escritura y juega con este hecho. La ideología burguesa, la bestia negra de Barthes, promueve el escandaloso punto de vista según el cual la lectura es natural y el lenguaje transparente, insiste en considerar el significante como el compañero sensato del significado que constriñe de modo autoritario todo discurso a un sentido.

Al cuestionar la unicidad del lenguaje, Barthes ataca las nociones logocentristas de un significado fijo e inmutable. Delega, pues, la interpretación en el lector que se acerca a las páginas, no como consumidor, “sino como productor del texto”. Pero no será nunca una lectura final ya que no es posible llegar a la estructura última del texto, “cuyo origen se pierde”. En el lector reside la capacidad de entrar en el texto desde cualquier perspectiva y no desde una única: “Los lectores son sedes del imperio del lenguaje, pero tienen la libertad de conectar el texto con sistemas de sentido y no hacer caso de la intención del autor”.

Es Mijail Bajtín quien primero postula la idea que luego Julia Kristeva denominaría intertextualidad. En su estudio sobre la obra de Dostoiesvki, Bajtín plantea un acercamiento a la palabra que fuese más allá de los límites que la lingüística tradicional le había impuesto al estudio de la lengua: “en el término palabra sobreentendemos la lengua en su plenitud, completa, viva, y no hablamos de la lengua como objeto de la lingüística”. El crítico ruso entendía que la palabra se inviste de un tono distinto al ser encarnada por los hablantes. Cuando eso ocurre, se producen una serie de relaciones cuyo análisis sobrepasan las fronteras de la lingüística. Les llamó relaciones dialógicas, y para acercarse a las mismas sugirió el concepto translingüística. Este se utiliza para el estudio de la polifonía de la palabra. La polifonía se refiere a las relaciones dialógicas que se entablan entre las palabras, las cuales, como ya se mencionó, deben ser parte de un enunciado. Estos juicios, por sí solos, no son dialógicos, afirma, sino que deben “llegar a ser posiciones de diferentes sujetos, expresadas en palabras”. Lo que plantea es la idea del cruce de voces que se producen a nivel del discurso del hablante y que solo pueden ser estudiadas por la translingüística, ya que la lingüística tradicional no reconoce este tipo de relaciones.

Bajtín dice que la palabra “es dialógica por naturaleza” . Indica que esa polifonía forma parte del discurso diario de todo hablante. El cruce de voces, la intertextualidad, en la cotidiana convivencia de los seres humanos es inevitable, forma parte inequívoca de todas las expresiones y discursos de los hablantes:

Nuestro discurso cotidiano práctico está lleno de palabras ajenas: con algunas fundimos completamente nuestras voces olvidando su procedencia, mediante otras reafirmamos nuestras propias palabras reconociendo su prestigio para nosotros y, finalmente, a otras las llenamos de nuestras propias orientaciones ajenas y hostiles a ellas.

En el texto escrito, la novela en particular, sin embargo, establece diferencias. La palabra aquí, para expresar esas relaciones dialógicas, debe articularse como una oposición de voces distintas, debe percibirse en ella la voz del autor y “una voz extraña” con la que entra en controversia. Bajtín examina diversos fenómenos de carácter translingüístico: las estilizaciones, la parodia, el relato oral y el diálogo. En todos ellos reconoce una doble orientación de la palabra: “como palabra normal, hacia el objeto del discurso; como otra palabra, hacia el discurso ajeno”.

Julia Kristeva retoma el discurso de Bajtín para plantear la idea de la multiplicidad de voces y reconocerle como uno de los iniciadores de un proceso de impugnación de las ideas burguesas que ubican al emisor del mensaje como centro ideológico: “Bajtín es uno de los primeros en reemplazar el tratamiento estadístico de los textos por un modelo en que la estructura literaria no está, sino que se elabora con relación a otra estructura”. Ambo postulan el desplazamiento del foco hacia el mensaje mismo, el contexto en el que se produce y el receptor como ente que percibe y analiza. Su teoría percibe una palabra cuyo sentido no es estático, sino un encuentro en el que dialogan tanto el escritor como los personajes y el destinatario, así también postula un diálogo entre los contextos culturales anteriores y actuales. En abierta oposición a la visión tradicional de que un texto tiene un sentido único, ella suscribe el discurso de Bajtín que postula un texto en el que se encuentra más de una voz, más de un discurso, y por tanto más de un sentido:

…el eje horizontal (sujeto-destinatario) y el eje vertical (texto-contexto) coinciden para desvelar un hecho capital: la palabra (el texto) es un cruce de palabras (de textos) en que se lee al menos otra palabra (texto)…todo texto es mosaico de citas, todo texto es absorción y transformación de otro texto. En lugar de la noción de intersubjetividad se instala la de intertextualidad, y el lenguaje poético se lee, al menos, como doble.

Kristeva también incluye el contexto como aspecto fundamental para la comprensión del texto. La ambivalencia supone la inclusión de la historia y la sociedad en el texto. La multiplicidad de voces que se entrelazan necesitaría de una nueva ciencia que la estudie: la translingüística. Dicha ciencia tendría que ir más allá de la lingüística, cuyo ámbito se limita a la relación significado/significante, por lo que no podría utilizarse en el estudio de las relaciones dialógicas, pues estas últimas suponen: “una infinidad de acoplamientos y de combinaciones”. Sin embargo, reconoce, como lo hace Bajtín, que la novela puede presentar dos principios de formación: el monológico y el dialógico.

En relación con la palabra y su función, suscribe tres categorías: la palabra directa o denotativa, esta es la palabra del autor; y la palabra objetual, o discurso directo de los personajes. Esta primeras dos, de carácter unívoco. Y una tercera opción que permite al autor trabajar la palabra de un modo nuevo y distinto: “De ello resulta que la palabra adquiere dos significaciones, que se vuelve ambivalente. Esa palabra ambivalente es pues el resultado de la junción [sic] de dos sistemas de signos… [que] …relativizan el texto…”

El crítico norteamericano Jonathan Culler también discute sobre el concepto de intertextualidad. Reconoce que los textos no se producen en un vacío sino que su comprensión siempre va a estar atada, a un contexto: “For a discussion to be significant it must stand in a relationship…to a body of discourse, an enterprise, which is already in place and which creates the possibility of the new work”. Culler, por su parte, esboza el problema de la comunicación literaria y la inteligibilidad del proceso de comunicación. La pregunta de dónde radica el sentido, si en el emisor que codifica el texto en sí o en el lector que decodifica, plantea la dificultad de afirmar categóricamente dónde radica la significación última del discurso. Él, no obstante, se inclina a afirmar que el sentido está en el propio texto y que este expresará sus significados a la luz de un marco de referencia más amplio, a partir de unas expectativas generales previas. Será este marco de referencia lo que le dará sentido y significación a lo que se quiere decir. La sujeción del discurso a ese cuerpo primario es lo que define como intertextualidad: “In saying that my discussion is intelligible only in terms of a prior body of discourse– others projects and thoughts which it implicity or explicitly takes up, prolongs, cite, refutes, transform—I have posed the problem of intertextuality and asserted the intertextual nature of any verbal construct”.

Este marco de referencias que él denomina ‘presuposiciones’ no se produciría de manera deliberada, sino que forma parte del acervo cultural y académico del escritor, de su memoria académica, lo que plantea, a su entender, una de las dificultades de la intertextualidad: que es muy difícil conocer todos o acaso alguno de esos ‘presupuestos’ y trazar sus orígenes, y, por tanto, es muy ardua la tarea de describir la intertextualidad. Para Culler, la intertextualidad descarta la ‘originalidad’ de los textos y establece que su significado siempre incluirá a los ‘otros’ textos anteriores. Pero esa participación no será solo por su mera presencia en el mismo, sino porque influirá de algún modo en su tono y significación: “Intertextualty thus become less a name for a work’s relation to particular prior text than a designation of its participation in the discursive space of culture: the relationship between a text and the various languages or signifying practices of a culture and its relation to those text which articulate for it the possibilities of that culture”.

El estudio de la intertextualidad no es, entonces, según expresa, la investigación de las fuentes y las influencias de un texto en el sentido tradicional del mismo. Es una tarea mucho más complicada, pues implica acercarse a una red de significación de la cual no se puede definir ni sus orígenes ni sus límites. Esto podría explicar los intentos de algunos críticos de restringir la aplicabilidad del concepto para hacerlo más tangible y concreto.

Culler utiliza varios ejemplos para reseñar la evolución del concepto. Desde los escritos de Kristeva y Barthes, quienes se refieren a una intertextualidad bajtiana más abierta, más difícil de precisar, hasta el propio Harold Bloom, quien enfatiza en sus ensayos que no es posible escribir, leer, enseñar e incluso pensar, “Without the sense of tradition…without imitation”. Bloom, sin embargo, se distancia de los otros críticos en su percepción acerca de la intertextualidad. Él se aproxima más a una concepción freudiana de